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¿Auto, bus o avión?

Por Dora Huaranca Alca

Todo empezó cuando anunciaron: ¡El tren sale el 26 de julio, el viaje dura 14 horas!

Un deseo por cumplir, un viaje en tren. La oportunidad se asomaba. Mi día libre perfecto. Todo encajaba. No lo pensé más. Eché mano de mis amistades para encontrar acompañante idóneo en esta aventura de recorrer mi país.

Todo estaba casi listo. Compré boletos, está demás decir que me aseguré que los asientos estuviesen ubicados en la ventana, puesto que ya saben: viajero que se respeta, no se pierde ningún paisaje. Estaba invadida con esa emoción que caracteriza a todo inicio de una nueva partida, cuando el vendedor de boletos me preguntó: – ¿Ida y vuelta?.  Y sin pedir mayores detalles, contesto: “sí”.

Preparé mi mochila. Y a primera hora, rumbo a la estación, el taxi me dejó cerca. Al llegar coincidí con una pareja de turistas españoles, y escuché que el taxista les decía: – a la vuelta está la estación -. Decidí saludarlos, y les propuse – Nos acompañamos? –

– Llegamos anoche -me cuenta la española, durante el camino a la estación.

Me percaté que traían equipaje, me pareció muy voluminoso para un viaje de ida y vuelta en el mismo día.

-Yo viajo ligera -les comenté.

– ¿Qué lugares puedo conocer? – dice la española.

– ¡Se van a quedar en Huancayo!, exclamó.

– Sí -respondió -porque sólo conseguimos boleto de vuelta para el 29.

-Ah bueno -les contesté más calmada, -entonces tienen tiempo de conocer la laguna de Paca, el criadero de truchas en Ingenio. Y muy segura, les comento -hay que pena, yo si encontré boleto de ida y vuelta para hoy mismo.

Hasta ese momento, nada me hacía presagiar que algo entretejía, Huancayo, la incontrastable.

Ya en el tren.

-Regreso el 29 – me dice la señorita del asiento contiguo.

-Yo regreso hoy mismo –respondí.

– ¿En bus o carro? -replicó ella.

– ¡En tren! –muy oronda, aseveré.

-Pero el tren regresa el 29 todavía –me aseguró.

Perpleja, me acerqué al personal del tren.

– ¿A qué hora regresamos? –pregunté.

-El 29 –dijo la azafata.

El ataque de risa que me sobrevino al caer en cuenta de lo sucedido, solo se interrumpió para decir: –No puedo regresar el 29, porque tengo que trabajar el 28.

Tocaba disfrutar del paseo en tren, después pensaría como regresar.

¡Ah! Regresamos en avión al día siguiente. Después de conocer Jauja.

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