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Decisión de último minuto

Por Yerka Stephany Yañez Liau

Hace unos meses tenía muchas ganas de empezar a viajar sola por el Perú, pero no sabía cuál iba a ser mi primer destino, hasta que decidí ir a Cusco, por su valor histórico y cultural. Además, porque mi amiga cusqueña me dijo que nos podríamos encontrar allá para celebrar el año nuevo y así fue como decidí irme sola a la aventura.

Recuerdo que compré mi pasaje a último minuto y tuve la suerte de conocer a Gaby, una coreana lindísima que apenas nos conocimos, me di cuenta que iba a ser una buena compañera de ruta. En el trayecto pude disfrutar de paisajes sorprendentes, esos que solo se aprecian cuando viajas por carretera. Es más, nunca olvidaré ese contraste entre el atardecer cuando pasábamos por Ica y  la lluvia de estrellas en Abancay. Era tan hermoso que desperté a Gaby para que presenciara el maravilloso cielo estrellado, incluso intentamos sacar fotos con nuestras cámaras pero era de esos momentos que se capturaban con el ojo humano.

Cuando llegué me recibió la impredecible lluvia cusqueña y camino a Urubamba salió un arco iris asombroso que anunciaba que la noche iba a ser mágica y así lo fue. Realmente fue maravilloso despertar el primer día del año con la hermosa vista del Valle Sagrado. Luego, fuimos a San Blas dónde encontramos alpacas por todos lados y una gran variedad de artesanías, era mi paraíso. Por las mañanas, el mercado San Pedro se convirtió en nuestra primera parada para comenzar el día con un buen desayuno y por las noches, la Plaza de Armas era el punto de encuentro para conocer la vida nocturna de la ciudad. También, estuvimos en Sacsayhuaman y recuerdo que estábamos muy cansados pero subir al Cristo Blanco valió totalmente la pena porque nos recibió con una de las mejores vistas panorámicas de todo Cusco. Lamentablemente, mis amigos tuvieron que regresar a Lima al día siguiente pero yo me quedé unos días más para seguir disfrutando  la ciudad. Por eso, aproveché en visitar las iglesias, museos, restaurantes y tiendas de artesanías que no había visitado.

Finalmente, puedo decir que en Cusco aprendí nuevas formas de apreciar la vida, hice nuevas amistades y lo más importante, se llevó una parte de mi corazón.

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