Por Stephanie Sánchez Montesinos
Mirando a través de la ventana para llegar a destino, esperaba que el sol me acompañe, pero, salida de la estación de trenes el sol alumbró con sus últimos rayos de luz y al inicio de mi recorrido la luz se había desvanecido.
Ya en el alojamiento al ingresar a mi habitación, me encuentro con una chica alistando cosas, me saluda y dice – ¿Qué tal el viaje? – Agotador- le digo – ¿De dónde vienes? -pregunta – De tierra quinta – respondo – Oh! iré el día de mañana-.
La conversación se hizo amena y describí el lugar, le di algunos consejos para ese viaje y ella me comenta de su día en el lugar y me daba consejos para visitar el lugar.
Con el cansancio apremiando, le comento que saldré que deseo conocer el lugar de noche, me intenta explicar el camino, pero al ver las fotos de cómo se vería el destino iluminado, abre sus ojos y me comenta que desea ir.
Dispuestas a salir con las energías sacadas de las luces prometidas, caminamos unas cuadras y llegamos al Ponte di Mezzo, el río reflejando el cielo, qué gran vista; gente comiendo, caminando, me dice <<no multitud de personas>>.
Hablamos de nuestra vida y reímos al comentar, trabajo trabajo, viaje viaje. El camino se hizo corto y me dice ahí está, ver esa torre inclinada, generó en mi alegría instantánea, caminé lentamente hasta verla en su totalidad, ciertamente no estaba iluminada como las fotos, pero no importó, ambas sonreímos.
Comenzaron las poses, intentando patear la torre, sosteniéndola, abrazándola, etc. Ambas intentando lograr alguna, dejando de lado la timidez, y dando saltos tratando de tomarnos una foto en movimiento pasaron un par de horas.
Ya echada mirando al cielo, y también la torre, me dije a mi misma lo hiciste, “pisaste Pisa”, e iluminé mi rostro, pero con una gran sonrisa.
De regreso al hospedaje, llegamos directo a descansar. Al día siguiente me dispuse a escribirle a mi compañera de aventura y me di con la sorpresa que no tenía sus datos completos y, por lo tanto, ella se había llevado parte de mi historia y yo de la suya, pero ambas habíamos podido compartir un pedazo de nuestra historia y esa es una de las mejores experiencias mientras se viaja. Espero alguna vez podamos coincidir y ver esas fotografías tan graciosas, de nuestra estancia, en Piazza dei Miracoli, Pisa.
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